Héctor Jiménez Iban tomados de la mano. Él usaba tenis azules, ella zapatillas rojas. Para llegar a su destino con mayor velocidad decidieron tomar un atajo: cruzar el estacionamiento público, entrar al centro comercial, atravesarlo, y salir por el ala este.
Mientras caminaban entre las filas de automóviles, él observaba un punto negro sobre la estrella roja del colosal logotipo de Macy’s. Cuando sólo quedaban dos filas de autos frente a él, logró captar claramente qué era ese punto negro. Era un cuervo.
-Sobre la estrella, mira. Un cuervo.
-¿Qué crees que hace ahí?
-Creo que el cuervo se ha enamorado perdidamente de la estrella. Pasa todo el día sentado en su brazo derecho, susurrándole palabras de amor. Cuando cae la noche y el centro comercial cierra sus puertas, la estrella de plástico se convierte en una estrella fugaz y se van, ella y él a recorrer los cielos hasta el amanecer.
- Que imaginación tienes… Infantil, espantosa, inútil- respondió ella, imprimiendo cada vez más desprecio a la palabra pronunciada.
Él frenó en seco, las palabras giraban en su cabeza: infantil… no era suficiente hombre para ella; espantosa… ella le aborrecía, sentía desprecio por él; inútil… inútil.
Ella soltó su mano, caminó alrededor de él hasta que se encontró con su espalda y se convirtió en una criatura enorme, viscosa, como una jalea viviente, de color rojo obscuro y manchas cafés. Se abalanzó sobre él, abrió una gran boca sin ojos y lo devoró de un solo bocado.
El tamaño del cuerpo ingerido aumentó considerablemente las dimensiones de la masa roja, pero sólo por un momento, ya que contaba con un poderoso sistema digestivo que desintegró el enorme bocado en un instante. Entonces regresó a su tamaño normal, pero aun así seguía siendo enorme.
Se escucharon los pasos de unos transeúntes y la masa fue perdiendo volumen y espesor rápidamente hasta parecer una mancha de aceite en el pavimento. Se arrastró debajo de un auto para no ser descubierta.
El cuervo que había estado todo el día sentado en el brazo derecho de su amada estrella susurrándole palabras de amor, se interrumpió un momento para reflexionar sobre la escena que acababan de presenciar.
-Pobre chico, su exceso de imaginación fue su ruina.
-Explícate.
-Por ejemplo, si él no hubiera tenido tanta imaginación y no hubiera dicho nada acerca de nosotros, la gelatina no habría tenido ocasión de atacarlo por la espalda y en este momento estarían los dos saliendo por el ala este del centro comercial.
-Por el contrario. Su falta de imaginación fue su ruina.
-Explícate.
-Si el chico en cuestión pudo imaginar que un cuervo y una estrella pueden ser amantes, debía haber podido imaginar también que su acompañante era una gelatina come-hombres que lo atacaría por la espalda. Pudo haberse salvado entonces.
El cuervo no lo sabía. La masa viscosa y la estrella eran la misma criatura.